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Nos convertiremos en spam sexual

​Por Josecarlo Henríquez

El riesgo de devenir spam sexual es inexorable en la red. Somos un cúmulo de imágenes, pixeles y más imágenes en las pantallas de todo el mundo. No somos imágenes exclusivas. Tenemos la obscenidad y la repetición como patrón de existencia digital. Ninguna imagen se borra, no existe la imagen segura ni la imagen privada, exclusiva, intransferible y confidencial. Toda imagen en la web puede devenir pública, un spam sexual más de la infinita muchedumbre digital.

A veces no nos gusta que nuestra imagen circule en la inmensa web; otras veces trabajamos por mantenernos circulando en la infinita web, entre cientos de miles de otras imágenes con el mismo deseo de circulación. Cuando envío mis fotos o vendo mis packs porno, envío videos por WhatsApp, cuando hago videollamadas -vulnerables a ser grabadas o a un pantallazo-, cuando me pongo a pensar en todas esas imágenes “mías” expulsadas a la web, aborto toda posibilidad de “propiedad de mi imagen”. No creo en una imagen propia. Me cuesta creer que puedo y debo controlar lo que haga cualquiera con mis fotos y videos. Es vital abortar ciertas paranoias. Es obvio que al compartir una imagen en la red pierdo el control de ella, pero eso no debería limitarnos a aprender de las mañas de la web. Una imagen que se filtre es, para mi al menos, una publicidad que me hacen a mi y a mi trabajo.
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Hace poco supe que por Grindr un perfil usaba mi foto para enganchar posibles clientes para supuestos packs XXX que vendía usando mi imagen. Yo me sentí un poco piropeado por ese “ciber-criminal de usurpación de imagen”. Creo que sería una reverenda paja entristecerme o alertarme por esa inevitable, insisto, inevitable posibilidad de ser falseada. Quizás nunca le he tenido mucho aprecio a lo propio y menos al ideal de exclusividad. Somos basura en todos lados. Basura on line y basura off line.

Finalmente, trato de vivirlo como un videojuego. Debo superar etapas, luchar batallas estratégicas y seguir subiendo de niveles. Uno de los niveles que he superado es precisamente perder ese miedo a devenir spam sexual. Aprendí de la farándula en mi adolescencia y luego con los momentos de Facebook y luego con el chat gay cuando comencé a prostituirme. Descubrí que más vale cien fotos volando en la web, que un millón sin recibir en mi cuenta RUT. Los tongos de Vale Roth y las filtraciones de la Luli me enseñaron lo rentable que podía ser dejarse circular como imagen, más aún cuando es imagen sexual. Sin llorar o con llorar si el cliente pide lágrimas, pero sin hacerse la dolida porque el mundo digital nos tiende tantas trampas y tantas ambigüedades de lo propio. Quizás es hora de “soltar” y abortar la propiedad privada. Surfear en el juego sucio de la sobrevivencia neoliberal, un sistema económico voraz, frente al que debemos ser astutas y mantenernos sutilmente gélidas. No existen espacios seguros ni menos imágenes propias. El devenir spam sexual puede ser mucho más entretenido que alarmante. Nunca hemos sido propietarias de nada, ni de nuestro “propio” cuerpo. Nos gusta el riesgo, no debería ser muy complicado que nos guste el riesgo a devenir spam sexual.
Artículo
15/05/2020
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Josecarlo Henríquez
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Prostituto, escritor y activista sexodisitentde chileno. Es autor del libro #SoyPuto y el sitio web El Blog del Puto.
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